sábado, 11 de agosto de 2012

El ombligo del mundo


 La no-diversidad y el intento homogeneizador desde el Poder


A lo largo de los años, a lo largo del curso de la humanidad, la historia fue contada desde el poder en todos sus estratos. La característica conservadora con intención de mantener aquel poder, podía -y puede aun en la actualidad- valerse de diferentes artilugios en la búsqueda del Statu quo. La utilización de la religión –con conformidad de la institución- como herramienta apaciguadora de masas y vocera exclusiva de la Voz máxima; junto al uso de la violencia en dos planos concretos: la represiva, directa y silenciadora de discursos que intenten resaltar sobre la mayoría, sumada a la otra violencia, la coercitiva que baja de los medios de comunicación –masivos o no- implementados desde las altas esferas de poder; permiten que la realidad se piense, se cuente y se imponga con la justificación del sentido común por un lado, y el filo de la espada por otro.
Y en esta clasificación y diferenciación de los lugares de poder, las relaciones Occidente-Oriente, Centro-Periferia, Clases Alta y Baja, Hombre-Mujer, etc.; se tornan  de cierto valor intrínsico para el análisis, porque la disputa se encuentra inserta ahí dentro. Y la voz y la escritura del curso de la historia partirán de ése lugar y lo cruzarán de tal manera, que es necesario escarbar en profundidad la sucesión de los acontecimientos, y a su vez, tomar la distancia necesaria para desprendernos aunque sea un poco de cierta subjetividad que tenemos impregnada.
En el texto de Umberto Eco (2009) podemos apreciar algo de esto: descubrimientos científicos y sagradas escrituras no eran compatibles en la Edad Media[2]. Cualquier teoría diferente a la oficial –con fuerte respaldo eclesiástico- era tomada por pagana[3].  Como así también se rebatían nuevos pensamientos o intentos de lanzarse a un mundo nuevo y desconocido, haciendo hincapié en teorías sin fundamento y totalitarias, pero con el visto bueno del poder oficial: como el imaginar la superficie plana de la Tierra, o que el planeta era sostenido por cuatro tortugas, etc.
Pero también vale la pena aclarar un punto importante y sustancial en todo período histórico: la negación y la ceguera devienen en la mayoría de los casos del desconocimiento. Y obviamente que el desconocimiento viene con el temor como compañero, y más aún cuando nuevas teorías descabelladas para ése momento histórico intentan desarticular algún paradigma estanco, que indefectiblemente llevará a romper el molde del poder y la tranquilidad que brindaba el Statu quo.

Invisibilidad de lo diferente, de lo Liberador
En la Edad Media las fiestas oficiales intentaban no modificar el orden existente, sino que actuaban como una fortificación de ideales del régimen vigente. Intentaban consagrar el orden social, la estabilidad y la no modificación del mundo tal cual era conocido[4]. La fiesta oficial  “…era el triunfo de la verdad prefabricada, victoriosa, dominante, que asumía la apariencia de una verdad eterna, inmutable y perentoria.”[5]
Una buena manera de entender cómo se mira, cómo se cuenta y cómo se oculta, es intentar desatar algún nudo en donde en su interior se encuentre alguna situación o acto que haya sido invisibilizado por el poder, la iglesia o la cultura oficial. Y el análisis efectuado por Mijail Bajtin (1987) sobre la cultura popular, el carnaval y la risa como una especie de Efecto Mamushka -que fue invisibilizado por diferentes conveniencias, y ocultado por distintos intereses- nos da cuenta y aclara en cierta medida el panorama del análisis. En este, Bajtin aclara:
 “…la risa popular y sus formas, constituyen el campo menos estudiado de la creación popular. La concepción estrecha del carácter popular y del folklore (…) excluye casi por completo la cultura específica de la plaza pública y también del humor popular en toda la riqueza de sus manifestaciones. Entre las numerosas investigaciones (…) la risa no ocupa sino un lugar modesto…”[6]
Igualmente, que se haya invisibilizado no implica que no haya ocurrido, sino que el efecto real y contundente es que no figuren en la historia oficial, la historia de libros y manuales que se dan a conocer en el plano de la cultura ofrecida y publicada para las masas. No nos ha sido revelada, dice Bajtin, y esta claro que la causa es que ésa visión del mundo no se condecía con el tono serio, religioso y feudal de la cultura oficial.  Y esta visión de las relaciones del hombre -y entre los hombres-, era una visión del mundo totalmente diferente, ajena a la oficial que propiciaba la Iglesia y el Estado[7]. Según Bajtin, “…parecían haber construido, al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una segunda vida (…) creaba una especie de dualidad del mundo”, en donde la gente vivía el carnaval y no sólo asistía; siendo éste una forma de vivir la vida y no el mero escenario y la situación pasajera del festejo, sino que era la vida misma.[8]

Modernidad europea y nada más
En cualquiera de las dos nociones de Modernidad que propone Enrique Dussel, podremos entender con más amplitud los conceptos que estamos analizando. En una de las nociones, la modernidad se cuenta por hechos ligados estrechamente con la historia interna de Europa. No se tiene en cuenta como valedero, ni se mencionará como sucesos a la altura de Europa, cualquiera que sucediera fuera de los límites de ésa zona. En el otro concepto de Modernidad, la historia se cuenta desde el poder económico, y por ende de dominación planetaria, entre los siglos XV y XX desde Europa hacía afuera. No importan otras valoraciones, sino cómo sucede la dominación de las potencias sobre la periferia.
Para poder desmenuzarlo mejor, analicemos cada uno de los conceptos:
1)                          Según Dussel, el primero es “eurocéntrico, provinciano, regional[9] y toma como acontecimientos históricos clave: la Reforma, la Ilustración y la Revolución Francesa. Y el punto clave para hablar de eurocentrismo, es indicar como punto de partida de la Modernidad, ciertos fenómenos intra-europeos; porque demuestra el alcance de la mirada para empezar a contar la historia. Los argumentos de esta toma de posición podríamos decir que, minimamente son precarios, porque se centran en su propio devenir histórico y en su propia coyuntura sin levantar la vista de su ombligo para ver un poco más allá.
2)                          La segunda visión va más al fondo del asunto, y se para en el pedestal con la intención de recrear el relato desde el poder que le brinda “definir como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser (sus Estados, ejércitos, economía, filosofía, etc.) ‘centro’ de la Historia Mundial.” Y deja entrever que antes de 1492, los diferentes imperios o sistemas culturales coexistían; y sólo con la implementación de aquel Sistema-mundo, “…todo el planeta se torna el “lugar” de “una sola” Historia Mundial…”. [10]

Conclusiones
¿Qué grado de invisibilidad tiene la mirada histórica que relata nuestro devenir? Porque creo al menos que, como todo discurso se carga de subjetividad, toda mirada invisibiliza algo. Debe ser innato. El punto a reflexionar sería no tanto el qué (aunque tiene su real importancia), sino el por qué o el para qué. Y aquí reaparecen los intereses económicos, religiosos, culturales o de cualquier tenor. Si la voz y la pluma que relatan el curso de los acontecimientos resaltan a unos sobre otros, esconden al raro o diferente y silencian lo moralmente incómodo; nuestro deber es hacer oír todas las voces, tomar otras plumas y escribir. Y por sobre todas las cosas, quitar la venda de los ojos en aquellos que todavía no pueden ver con claridad la magnitud y la diversidad en el acontecer de nuestras vidas.


[1] BRADBURY, R (1953), Fahrenheit 451, Ed. Orbis
[2] La Edad Media es una etapa de la Historia Europea que se extiende desde la caída del Imperio Romano de Occidente en el año 476 hasta la caída de Constantinopla (Imperio Romano de Oriente) a manos de los turcos en el año 1453 o bien hasta el Descubrimiento de América en 1492. Igualmente nunca hubo una ruptura brusca en el desarrollo europeo, ni desde la Antigüedad a la Edad Media, ni posterior a ésta. El concepto fue creado en el renacimiento, en donde  se advirtió que aquel período tenía características propias. El término igualmente tenía connotaciones despectivas por ser una época oscura comprendida entre dos épocas de esplendor cultural (entre la Edad Clásica y la Edad Moderna)
[3] ECO, U (2009), La redondez de la tierra en el Medioevo, traducción de Cristina Sardoy, La Reppublica y Clarín
[4] En la Edad Media el sistema político y económico fue el Feudalismo y la estructura piramidal de la sociedad dividida en estamentos: Nobleza, Clero y Población campesina. Por un lado campesinos y siervos estaban en la base, mientras que la nobleza y los estamentos eclesiásticos eran los más poderosos.  Esta época histórica se divide en tres períodos: Alta Edad Media  entre siglos V y X (invasiones bárbaras, reinos germánicos, aparición del Islam y auge del Imperio Bizantino; Plena Edad Media entre los siglos XI y XIII (período de las Cruzadas, Feudalismo y los movimientos artísticos Románico y Gótico); y la Baja Edad Media en los siglos XIV y XV (auge del comercio y la aparición de las incipientes monarquías nacionales que darían lugar  a los principales Estados Modernos: Inglaterra, Francia y España)
[5] BAJTIN, M (1987) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, Ed. Alianza Estudio, Madrid, Pág. 15
[6] BAJTIN, M (1987) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, Ed. Alianza Estudio, Madrid, Pág. 9
[7] La Edad Media es una época profundamente religiosa,  había un teocentrismo dominante y los centros religiosos eran en general el único foco de la cultura y en donde se conservaba la historia pasada. Era el único lugar  donde se enseñaba a leer y a escribir. La lengua utilizada  en la escritura era el Latín.
[8] BAJTIN, M (1987) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, Ed. Alianza Estudio, Madrid, Pág. 11 y 13
[9] DUSSEL, E (1993) Europa, modernidad y eurocentrismo en E. Lander comp., Pág. 45
[10] DUSSEL, E (1993) Europa, modernidad y eurocentrismo en E. Lander comp., Pág. 46